
Llega abril, el mes del vallenato, y con él, dos buenos e importantes festivales. El primero, se hace coincidir con las fiestas patronales de San Marcos Evangelista, la versión 36 del Festival Pedazo de Acordeón en El Paso, Cesar, que irá del 24 al 27 de abril en el presente año en homenaje al juglar vivo más grande del folclor vallenato: Náfer Durán Díaz.
El segundo, la versión 58 del Festival de la Leyenda Vallenata en Valledupar, que irá del 30 de abril al 3 de mayo, este año en homenaje póstumo a Omar Geles Suárez. Estos dos eventos estarán repletos de quienes se autodenominan folcloristas, y seguramente también estarán algunos de los que verdaderamente son folcloristas, ese es nuestro tema de hoy.
Los organizadores y presentadores de los festivales vallenatos, cuando no tienen ningún soporte para justificar la escogencia de algún miembro del jurado suelen adjudicarle el título de folclorista, y con eso creen que el público y los participantes se comen el cuento de que se está hablando de alguien estudioso y experto en el tema.
Un folclorista precisamente es un experto, versado y dedicado al folclor, lo cual indica que se debe acreditar una responsabilidad cultural y educativa frente a la sociedad, poseer una forma de pensar y actuar derivada de sus tradiciones y estilos de vida. Antropológicamente, el folclor es el patrimonio de cada pueblo, cargado de costumbres y tradiciones que se manifiestan a través de prácticas culturales.
Luego, un ‘verdadero folclorista’ debe ser un celoso guardián y defensor del folclor, que se dedique a emplear tácticas y estrategias para difundirlo, preservarlo y conservarlo, y no puede ser, ni denominarse folclorista a cualquier charlatán, chismoso o embustero que ha asistido a algunas parrandas vallenatas y que se jacta de ser amigo de muchos músicos.
Estoy convencido que el título de poeta, o el de folclorista, se gana y lo otorga la sociedad una vez se han hecho los méritos. Según Mateo 7:15-20: “Por sus frutos los conoceréis”. Un real folclorista debe actuar con decoro, pulcritud, ecuanimidad, decencia, liderazgo, y, sobre todo, con conocimiento especializado en el tema.
El que pretenda ser folclorista debe formarse, debe investigar las artes, la cultura y las costumbres de los pueblos. Yo, por ejemplo, llevo más de 20 años escribiendo monotemáticamente de vallenato y no me considero folclorista, pero si puedo mencionar, sólo a título enunciativo, a algunos que se han ganado con creces esa denominación: Ciro Quiroz Otero, Julio Oñate Martínez, Félix Carrillo Hinojosa, Abel Medina Sierra, Tomas Darío Gutiérrez, entre otros.
Así que, ya es bueno que a la palabra folclorista le demos el estatus que se merece, y utilicemos cualquier otra expresión que le dé la real dimensión al personaje que queremos calificar o ponderar. A cualquier comentarista o cuentachistes de folclor no le podemos otorgar ese título. Recordemos lo que dice el adagio popular: “No todo lo que brilla es oro”.
Colofón: El único Festival Vallenato Ecológico de Colombia, denominado ‘Un Canto al Río’, que se realiza a orillas del río Guatapurí y que este año se realizará del 29 al 31 de agosto, con el apoyo del Ministerio de las Culturas y las Artes, tendrá en su cuarta versión un ingrediente muy importante como lo es el conversatorio denominado ‘Río Guatapurí, más allá de la Línea Negra, liderado por los maestros Tomás Darío Gutiérrez y Miguel Ángel Castilla Camargo, otra razón para regresar a Valledupar a finales de agosto.
Por: Jorge Naín Ruiz Ditta.