
El argentino Jorge Mario Bergoglio, que falleció a las 7.35 horas (5.35 GMT) en su residencia la Casa Santa Marta, fue el primer papa no europeo y el primer jesuita que resultó elegido aquel 13 de marzo de 2013, después de que durante las reuniones previas al cónclave convenciese a una mayoría de cardenales con un discurso de cambio y de descentralización de la Iglesia.

A los fieles, este cardenal argentino considerado dialogante y moderado -aunque se había opuesto con fuerza al kirchnerismo por la ley del aborto o el matrimonio homosexual-, amante del tango e hincha del equipo de fútbol San Lorenzo, se presentó con un sencillo «buenas tardes» y añadió: «Se ve que los cardenales han querido elegir al obispo de Roma en el fin del mundo».
A Francisco le tocó un pontificado anómalo tras la renuncia de Benedicto XVI, con dos papas que convivieron durante casi 10 años en el Vaticano, y, aunque según Bergoglio la relación fue muy buena, en algunos momentos sacó a relucir las dos alas de la Iglesia, la moderada y la más conservadora y reaccionaria.
El papa de los pobres
El papa que eligió el nombre de Francisco después de que el cardenal brasileño Hummes le dijese «acuérdate de los pobres», tras su elección en la Capilla Sixtina, destacó en su primer discurso la idea de una «Iglesia pobre para los pobres» y desde entonces todos sus esfuerzos se han centrado en reformar la Santa Sede, quitar privilegios a los cardenales y hacer más transparentes las finanzas descontroladas, lo que le ha creado más de un enemigo dentro de la Iglesia.
Su gran cambio fue la nueva Constitución «Praedicate Evangelium» (Predicad el Evangelio), que modificó la administración del Vaticano con nuevos ministerios como el de Evangelización o el de Economía, el cual asumió todo el control de los fondos para evitar ilegalidades.

El gran problema que tuvo que asumir fueron los abusos sexuales por parte de sacerdotes. Tuvo claro que uno de sus objetivos era la lucha contra la pederastia en el seno de la Iglesia y la escucha a las víctimas y dio una serie de reglas para que en las diócesis del mundo se pudiera acabar con esta lacra. Aunque algunos recientes casos han dejado claro que aún la Iglesia tiene mucho que hacer.
Sus viajes a las periferias del mundo
Además, Francisco introdujo un nuevo lenguaje en la Iglesia católica que, animada por sus discursos y sus viajes apostólicos, ha comenzado a ocuparse de los más necesitados, de los últimos, de las «periferias existenciales», término acuñado por Bergoglio y que resume la dirección de su magisterio.
Así quedó también reflejado en sus viajes, que comenzaron con Lampedusa, la pequeña isla siciliana que significa una «puerta para Europa» para miles de migrantes, además de en sus .47 visitas internacionales donde tocó países con pequeñas minorías católicas.
La Iglesia con Francisco también ha empezado a hablar de acogida a los homosexuales y a los divorciados vueltos a casar, algo que hace algunos años era impensable.
Durante su pontificado se aprobó el documento que aceptaba bendecir a las parejas homosexuales, lo que no aceptaron muchos obispos y que será unos de los argumentos clave para el próximo pontífice.
El papa de los desfavorecidos nació en Buenos Aires en 1936, en una familia de origen italiano y comenzó su carrera en la Iglesia con 21 años tras estudiar ciencias químicas. Fue ordenado sacerdote el 13 de diciembre de 1969 y, en plena dictadura militar argentina, entre 1973 y 1979, fue enviado a Alemania, de donde pasó a la iglesia de la Compañía de Jesús de Córdoba.
Conocido por su sencillez, Bergoglio vivía solo, en un apartamento, en el segundo piso del edificio de la Curia, al lado de la Catedral de Buenos Aires, en el corazón de la ciudad y como papa dejó los apartamentos pontificios para ir a vivir a la Casa Santa Marta, una residencia para los sacerdotes de paso por Roma.
El papa que desafió a los conservadores
También fue el papa que por primera vez lidió públicamente con el área más ultraconservadora de la Iglesia católica, que mostró sin ningún reparo su oposición a cualquier decisión del pontífice.
Han sido muchos los ejemplos de esta oposición clara a Francisco, pero el más evidente fue la carta pública que cuatro cardenales escribieron al papa expresándole sus «dubia» (dudas) sobre algunos de sus escritos y exigiendo una respuesta.
O el anónimo memorando que circuló entre los sectores de oposición al papa -que se descubrió tras su muerte que había sido escrito por el cardenal australiano George Pell- y que calificaba el pontificado de «catastrófico».
Su herencia quedará plasmada en sus encíclicas y en particular en «Laudato si», en la que hizo un llamamiento a la fraternidad universal y a la «amistad social» en medio de conflictos, como la guerra de Ucrania que tuvo que vivir al final de su vida y en la que se esforzó con todos los medios diplomáticos a su alcance para mediar, pero no lo consiguió.
También recibió fuertes críticas por denunciar la violencia contra el pueblo palestino en Israel cómo cuando dijo que había que interrogarse sobre si se estaba cometiendo un genocidio. Con EFE